Vivió y sufrió lo que un pescador vive y sufre en una vida. Las inclemencias del tiempo, la avaricia del acopiador y la reticencia de un río que, fruto de la pesca furtiva y contaminación, cada vez brinda menos piezas. Su padre, el más anciano de todos, su mujer e hijo, también integran la cooperativa. “Esto que hemos logrado es muy importante para nosotros y para el pueblo, pero también para los pescadores que están fuera de la cooperativa. Nosotros nos asociamos cuando el Gobierno presentó el proyecto y en este caso somos unos iluminados porque hay otros pueblos vecinos que también podían tener este comedor y eligieron a Brugo, y no le erraron”, presagia Farías.
Los 21 de Brugo son todos mayores de edad, y se han dividido las tareas para que el restaurant funcione. Dice Antonio que conoce a todos los pescadores de la zona y de la orilla de enfrente, de Cayastá, Santa Rosa de Calchines y Helvecia, y ninguno tiene pescado. Para ellos es poco menos que una tragedia. Hoy están vendiendo platos elaborados con boga, tararira y surubí, y pacú que traen de Misiones. Ellos decidieron pagar un 50 % más de lo que paga un acopiador a los otros pescadores, porque saben de la relación esfuerzo de extracción y explotación del mercado. “Uno fue pescador y no quiere que el pescador se sacrifique para ganar dos monedas, que es lo que nos estaba pasando a nosotros antes de la cooperativa. La venta al público es mínimo, y hay que recurrir al acopiador que no paga 3 pesos la pieza”.
-¿Cómo se distribuirá el dinero en la cooperativa?
-En la cooperativa hoy por hoy ninguno sabe cómo se va a repartir porque hay que esperar que cumplamos un mes y llegue el momento de pagar. La idea es que cada uno cobre un sueldo de acuerdo a su trabajo. No van a cobrar todo lo mismo, hay personas que están asumiendo la responsabilidad como encargado de sección, y para ello tendrá que haber una escala de acuerdo a la actividad.
Roles
En el restauran cada uno tiene su rol, y Antonio se destaca como parrillero de tiempo completo, pero además pispea para que todo funcione en tiempo y forma. “Las mujeres se encargan de la cocina y algunas de la limpieza. Entre ellos hay una joven mujer conocimientos de computación y algo de contabilidad, y ella lleva los números. También hace de moza. A las compras también las hacen las chicas. Hay un chef que se llama Julián y la esposa de Schunk y ellos le traen la provista semanal en Paraná, por los precios y mientras tanto uno busca acá los precios acá. Ellos nos asesoran para que todo ande bien. Ellos nos están dando una mano hasta que arranquemos y ellos después se irían y quedaríamos nosotros solos”, dice Farías. A los asesores les paga el Estado provincial.
Antonio es muy consciente tanto de las fortalezas como debilidades de su negocio. La primera de ellas es que no se capacitaron en cooperativismo ni hicieron un flujo de fondos. “A nosotros nos gustaría saber cuántos tienen que venir a comer para que el negocio funcione”, explica el hombre. Sí se los capacitó en cocina, que es sólo una parte del negocio. Hoy por hoy la cosa anda dentro de todo bien, pero sabe que es difícil conformar a todos, y lo “peor es cuando quieren traer cosas de afuera adentro de la cooperativa. Yo les digo que esto es un trabajo, que vengan a laburar y no a armar puterío. Pero tengo fe en los muchachos y las chicas y vamos a salir adelante apoyándonos entre todos. Lo ideal es que cada uno esté cómodo con su puesto y con su paga”. La tiene clara Antonio que, sin saberlo, cita a Marx en aquello de “cada cual su capacidad según su necesidad”.
La gente ha llenado el lugar y ha salido satisfecha con la calidad y el precio, dicen los comensales. Hay siete mozos, mediodía y noche, y muchos trabajando doble turno, excepto cocina y parrilla.
“Tenemos muchos gastos y todo cuesta caro, especialmente la mercadería. Hemos tenido que comprar pescado afuera que nos matan con el precio. El río no está dando pescado ahora y eso no nos sirve. Tenemos tres cámaras con capacidad para 5 mil kilos de pescado. Hay dos funcionando pero como no hay pescado tampoco hay venta al público, que es uno de las variantes que tenemos”.
-¿Pensaron que este boom inicial se puede interrumpir cuando haga frío o llueva?
-Sí, lo pensamos. En invierno, cuando la gente venga menos no podemos achicarnos, así que habrá que aguantar. La idea es que no se eche gente, y seguramente la gente va a cobrar menos… y si a alguno no le conviene en los meses flojos, bueno, se verá… Espero que eso no suceda.
Fuente: Dos Florines